Todos en la vida tenemos sueños, queremos llegar a ser
algo y nos gustaría que nuestras habilidades sean útiles en el servicio a los
demás.
Este aspecto de la vida se hace especialmente vigente
en la adolescencia, esa etapa de la búsqueda de la autonomía en la que nos
hacemos preguntas como, ¿quién soy yo?, ¿qué tipo de persona quiero llegar a
ser?, ¿cómo influyo en los demás?, ¿qué esperan los demás de mi?, y un largo
etcétera de preguntas que seguramente os suenen familiares.
Pero la vida no es de color rosa y siempre hay
pequeños contratiempos que están fuera de nuestro alcance, lo que a veces
genera dudas sobre nuestras capacidades, que nos conducen a los miedos y a la
frustración.
Es algo completamente natural, la frustración viene
cuando las cosas nos salen mal, y sí, puede que en ese momento uno se siente
inútil, pero recuerda, que si estás frustrado es porque tú tenías un sueño, una
meta que te habías planteado, y si te habías hecho ese propósito es porque tú
mismo habías visto en ti cosas buenas, que podías ser alguien importante para
los demás, entonces, ¿sigues pensando que eres un inútil?, porque al fin y al
cabo sigues siendo la misma persona, la misma persona en quien confiabas, y si
de verdad fueras un inútil, no sentirías esa frustración, porque nunca te
habrías podido plantear unos objetivos, ya que estos estarían fuera de tu
alcance.
La frustración tiene su parte positiva, nos hace
reflexionar sobre qué es lo que hemos hecho mal, nos hacen adoptar una postura
autocrítica, a mirarnos de una forma analítica y objetiva (imparcial), de una
manera realista nos contemplamos a nosotros mismos. Si algo nos sale mal puede
ser porque nos hayamos subestimado o sobreestimado, y una vez que ya hayamos
visto que era lo que podía fallar, volver otra vez a levantarse y a intentarlo,
tratando de no cometer los mismos errores.
Pero ojo, tampoco conviene, replantearnos mucho las
cosas, porque entonces nos quedaríamos como atascados, sin hacer nada, y allí
podemos empezar a llenar nuestra cabeza de pensamientos pesimistas sobre
nosotros, es entonces cuando estaríamos pasando de la frustración a la
depresión, que ya es algo malo.
En cuanto a los miedos, ¿qué sería de nosotros si los
hombres de cromañón no hubiesen tenido miedo, por ejemplo, al ver a un león? El
miedo activa nuestro cuerpo como una alarma ante la inminencia de un peligro. Cuando
esto suceda, lo mejor es mirar a tu alrededor para comprobar si en verdad hay
peligro o que simplemente ha sido una falsa
alarma.
Lo que en ningún momento hay que hacer es dejarse
controlar por el miedo, porque si esto sucede entonces es fácil caer en el
agujero sin fondo de la depresión, en el que salir es mucho más difícil que
entrar.
Venirse abajo solo porque alguien te haya señalado,
¿de verdad merece la pena tirar por la borda todo lo que uno ha hecho?, ¿de
verdad merece la pena dejar que todo tu esfuerzo y el de la gente que te apoya
sea en vano? Si… tal vez alguno se meta contigo, pero ¿qué hay de todos
aquellos que están de tu parte?, ¿vas a tirar la toalla, así sin más?, ¿no
sería algo egoísta? No importa cuantas veces uno sea golpeado, o cuantas veces
se acierte, lo que importa es que uno sea fuerte y se mantenga de pie, seguir
avanzando en el camino a pesar de todos los golpes que se puedan recibir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario